Un típico castillo gótico cuya forma actual la dispusieron los maestres de la Orden de Calatrava, en cuyo interior encontraremos interesantes restos de las diferentes épocas en que fue ocupado. La Puerta de Hierro, fruto de las reformas del califa Al-Nasir en el s.X; la Iglesia Prioral de San Benito en el interior del recinto; la cripta con un capitel corintio visigodo, reutilizado como pila bautismal; la Sala del Moro, cubierta por una bóveda hemisférica de sillería; la Torre del Espolón, adaptación al uso de la artillería, del s. XVI; el aljibe; la sala de la Omega, con dos habitaciones excavadas en la roca, una bóveda nervada de yeso y un banco corrido a lo largo de las paredes; la torre albarrana. Y todo ello, en los alrededores de la ciudad visigoda de Recópolis.
El edificio se estructura en varios espacios. La zona interior del recinto se divide en dos partes, una eclesiástica y otra castrense. Su estructura es un complicado sistema de murallas zigzagueantes (como muchas otars fortalezas manchegas) y puertas, de torreones y ventanales amalgamados a lo largo de los siglos, sobre los que luego ha llegado la ruina, de modo tal que hoy se hace difícil tener una cabal idea de su primitiva forma. No obstante, una cosa es clara, y ésta es su adecuación perfecta a la meseta estrecha que culmina el roquedal de difícil acceso en el que asienta. Así encontramos que la planta es alargada, de norte a sur, estando rodeado todo el recinto de fuerte muralla, hoy desmochada en gran parte.
El acceso a este bastión militar se hacía y aún hoy se hace, por dos caminos, penetrando al mismo por dos puertas. El primero de estos caminos ascendía de forma suave desde el valle del arroyo Bodujo, y protegido por poderosa barbacana, atravesaba la torre albarrana, una de las piezas mejor conservadas y más atractivas de este edificio, entrando a la parte del albácar o patio de armas del castillo. Desde él, se entraba a la fortaleza a través de una puerta abierta en la muralla y de un puente levadizo de madera, ahora inexistente, que saltaba el hondo foso tallado sobre la roca. La otra forma de entrar se hacía por un camino zigzagueante, estrecho, y sometido al control directo de las murallas y torreones, por la cara poniente del castro, arribando hasta la puerta principal, sumamente interesante por cuanto muestra superpuestos un primer arco apuntado de tipo gótico, y otro arco interior, más antiguo, netamente árabe, en forma de herradura.
En este castillo encontramos muchos detalles que ofrecen la evocación y el testimonio preciso de los tiempos primitivos de la fortaleza. De una parte destaca la iglesia del castillo, construcción religiosa románica, de una sola nave, de planta rectangular sin crucero, rematada a oriente con un ábside de planta semicircular.
Al sur de este templo encontramos otro amplio patio en el que, adosados al muro de mediodía de la capilla se ven sendos enterramientos de caballeros calatravos, posiblemente maestres de la Orden. Además es curiosa la gran sala del moro.
Otro detalle extraordinario de este castillo es la torre albarrana que vigila la entrada al castillo por el camino de ronda puesto a oriente. Se compone de un cuerpo de torre muy elevado que engarza con el recinto amurallado de la meseta. Tenía almenas y terraza, más algunos vanos saeteados. Bajo élla pasa el camino a través de dos arcos apuntados, adornados con cenefa de puntas de diamante, y una cartela en la que se lee Pero Diaz me fecit Era 1328. Está ampliamente rastrillada esta puerta, de tal modo que los atacantes que quiseran penetrar por élla, se exponían a recibir la correspondiente lluvia de piedras, aceite, etc, con que desde arriba podían ser obsequiados.